La revolución digital avanza como una marea silenciosa: no pide permiso, no espera, no se detiene. Redibuja la forma de trabajar, votar, informarse y relacionarse. Y, mientras lo hace, nos obliga a afrontar preguntas que ninguna generación anterior tuvo que plantearse: quién controla los datos, quién vigila a los algoritmos, qué valor real tiene la privacidad o qué ocurre cuando la desinformación fisura los cimientos de la vida democrática.
El IX Programa de Liderazgo Público Iberoamericano, organizado por Fundación Carolina y Telefónica, nace precisamente en ese cruce de caminos. Su objetivo es simple y ambicioso: anticipar el futuro digital para proteger lo común. Pensar en colectivo cómo defender la democracia en un tiempo en el que todo, libertad, igualdad, participación, se redefine al ritmo del scroll infinito de una pantalla, donde el juicio público se forma en segundos y las narrativas virales se instalan antes de poder analizarlas.
Mientras Europa marca rumbo con su potencia normativa, América Latina avanza con determinación hacia una soberanía digital propia. La región iberoamericana tiene ahora una oportunidad histórica: unir fuerzas, construir criterios compartidos y levantar una arquitectura de cooperación que sirva de contrapeso a los nuevos poderes del siglo XXI.
La pregunta de fondo no es técnica: es política y ética. ¿Queremos tecnologías que controlen o que fortalezcan? ¿Una red que vigile o una red que libere?
La tecnología puede mejorar servicios públicos, ampliar oportunidades y democratizar el acceso al conocimiento. Pero sin reglas claras, sin controles independientes y sin transparencia, corre el riesgo de convertirse en un poder sin rostro que decide por la ciudadanía y reduce el espacio de la libertad.
Fundación Carolina asume este desafío con responsabilidad. Lo demuestra a través de sus becas, que forman a especialistas en tecnologías digitales y gobernanza; de sus programas de diplomacia pública, que tejen alianzas en la región; y de su área de Estudios y Análisis, que lleva tiempo alertando sobre los impactos del nuevo ecosistema digital.
Cuidar la democracia implica anticipar riesgos, imaginar soluciones y actuar antes de que los problemas se consoliden. La unión puede marcar la diferencia. Y el futuro digital, si se piensa colectivamente, puede ser un lugar donde la tecnología esté al servicio de las personas, y no al revés.