Tribuna Red Carolina

Buscando un propósito y diseñando prótesis en el camino

Buscando un propósito y diseñando prótesis en el camino

La pasión por aplicar la tecnología e innovación en proyectos que permitan mejorar la vida de las personas siempre me ha guiado desde que me planteé iniciar mi carrera como ingeniera.  Me refiero a aquellos proyectos que generan un impacto social positivo, donde se posibilita romper barreras de desigualdad o injusticia. Por supuesto, será el caso de muchas otras personas que deciden entrar a una formación universitaria: conforme se aprende de diferentes materias y sus posibles aplicaciones, es fácil dejar volar la imaginación y pensar en proyectos con los cuales poder causar ese impacto positivo en el mundo, al menos para mí esa fue la experiencia.

En cierta forma nunca me quité la idea de participar en proyectos donde se pudiera apreciar el lado más humano de la ingeniería. Recordar el motivo por el cual inicié mi carrera me inspiró a solicitar una beca de la Fundación Carolina, y fue esto lo que expliqué en mi entrevista para la concesión de la beca. Estaba cansada de que mi esfuerzo profesional se dedicara únicamente a hacer que unas máquinas produjeran más piezas al día, quería algo más, algo que me llenara, y volver al ambiente académico me hizo sentir que tenía más posibilidades de encontrar eso que me llamaba.

Una de las actividades que tenía que desarrollar para cumplir con los créditos de una de mis asignaturas, era asistir a las presentaciones de Trabajo Fin de Máster y ahí fue donde un compañero habló de su colaboración con «Autofabricantes», un colectivo donde se encuentran terapeutas, ingenieros, diseñadores y diversos especialistas para realizar investigación y desarrollo de prótesis dirigidas a niñas y niños con diversidad funcional, bajo un modelo de código abierto. La idea me encantó desde un inicio, así que no dudé en enviarles un correo con el título: «¡Me interesa colaborar!».

Mi idea era explorar la posibilidad de realizar mi TFM con “Autofabricantes», pero después de intercambiar algunos correos con ellos comprendí que iba a ser algo complicado debido a cuestiones de plazos. Sin embargo, se me extendió la invitación para participar en el taller «SuperGiz» que estaba pronto a realizarse.

                                                                  Foto © Autofabricantes 

Este taller consiste en el diseño y desarrollo de una prótesis principal que se adapta a la extremidad de una niña o niño, y sobre la cual se pueden colocar aditamentos intercambiables cuyo objetivo es ayudar a la realización de actividades cotidianas. Principalmente se utiliza impresión en 3D, lo que representa una reducción de costes en comparación con las prótesis disponibles en el mercado. Lo más característico del taller es que todo este proceso involucra una constante comunicación y retroalimentación con las niñas y niños, así como con sus familiares, e incluso con personas expertas en el tema. Era justamente el tipo de proyecto que venía buscando, y en cuestión de poco tiempo, empezamos con la primera reunión. Se me asignó un equipo de trabajo, curiosamente conformado únicamente por mujeres, todas excelentes y brillantes representantes de sus áreas de especialidad dentro del diseño, ingeniería biomédica e ingeniería mecánica.

Cada equipo trabajaría con un niño o niña en particular, quienes vendrían a explicarnos qué actividad en concreto desearían poder realizar; y nosotros, a cambio, propondríamos diferentes maneras de facilitarles esa aspiración. Nuestra sorpresa fue que la niña asignada a nuestro equipo ya no era tan niña, sino toda una adolescente que empezó a asistir al taller de «SuperGiz» desde la infancia y creció al mismo tiempo que fue creciendo el proyecto de «Autofabricantes». Se trataba de una chica con muy buena actitud y sus aspiraciones eran claras: quería aprender a tocar el ukelele y nadar. Tocar el ukelele era totalmente nuevo para ella, y la natación era algo que venía practicando de hacía tiempo, incluso con participación en competiciones; pero el dispositivo con el que contaba se había quedado demasiado pequeño y tenía oportunidades de mejora, tanto así, que su instructor de natación nos acompañó en el proceso de diseño con algunas recomendaciones.

Lo que más me gustó de este proyecto fue la colaboración con el equipo de trabajo, el intercambio de ideas, de experiencias y conocimiento. Hay que tomar en cuenta que yo nunca había participado en un proyecto de este tipo, tenía experiencia con diseño mecánico en un entorno industrial, pero hay una diferencia inmensa entre diseñar para una maquina y diseñar para el cuerpo humano. Por esto, subrayo la importancia de buscar colaboración en este tipo de proyectos, de tener retroalimentación, apoyo y recibir una guía, tanto de tu propio equipo, como de la persona a la que va dirigido el proyecto.

Finalmente, después de varias tardes y noches de diseño y modificaciones, conseguimos obtener resultados muy buenos; pero nada de esto me preparó para las emociones que experimentaría en el momento en que por fin se lo entregáramos a la chica que haría uso de este diseño en su día a día, ella sería la jueza que nos diría si el esfuerzo estuvo bien encauzado. El veredicto no solo fue positivo, sino que claramente se notaba que desbordaba alegría con el pequeño regalo que recibía. Sus palabras de agradecimiento resonaron en mi mente, y me hicieron apreciar mucho más el haber tenido la oportunidad de participar en este taller. Tal vez no habré cambiado al mundo, pero contribuir a mejorar la vida de esta chica se sintió comparable.

Aprendí también que los expertos que colaboran en “Autofabricantes» se dedican a esto utilizando el poco tiempo libre que encuentran en sus atareadas vidas y sin recibir mucho a cambio. Ahora, más que nunca, me ha quedado claro que siempre es posible encontrar tiempo para ayudar, que no se necesita de mucho para generar un gran impacto y que no es difícil encontrar a otros que quieran colaborar y en los que nos podamos apoyar.

No sé qué proyectos encontraré en mi futuro ahora que concluyo mi máster y mi tiempo como becaria de la Fundación Carolina. Para mi sorpresa, me enteré de que «Autofabricantes» se encuentra presente en Latinoamérica bajo el nombre de «Gekkolab» y después de esta gran experiencia espero que mi colaboración con ellos pueda continuar. Definitivamente ha sido un periodo que ha dejado en mí una semilla que me esforzaré en seguir cultivando.

Nancy Barbosa Meraz
Exbecaria del Máster Universitario en Automática y Robótica (Fundación REPSOL)

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