Tribuna Red Carolina

El rol de la diplomacia cultural en el desarrollo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible

El rol de la diplomacia cultural en el desarrollo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Resumen

La cultura y el desarrollo internacional han tenido a lo largo de la historia una relación larga, recíproca e interdependiente, y más aún en los últimos 30 años.

La cultura y el desarrollo internacional han tenido a lo largo de la historia una relación larga, recíproca e interdependiente, y más aún en los últimos 30 años[1]. A partir de la caída del muro de Berlín y del establecimiento de un nuevo paradigma internacional, se ha percibido como necesaria una cooperación cercana entre actores nacionales e internacionales y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para garantizar la inclusión de programas culturales en los objetivos de desarrollo a escala mundial (Wiktor-Mach, 2018). Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y su introducción en 2015 en el ámbito mundial, han conformado un nuevo paradigma, en el que el desarrollo se percibe como un viaje colectivo, y donde todas las culturas, civilizaciones y países pueden contribuir y beneficiarse de él. En comparación con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), los ODS integran y balancean tres pilares fundamentales: economía, sociedad y medioambiente.

Sin embargo, la UNESCO, junto con diversos actores internacionales, considera que la cultura es un pilar fundamental que también hay que incluir entre los objetivos para lograr un adecuado desarrollo sostenible (British Council, 2020). Dobroslawa Wiktor-Mach (2018) estima que introducir el concepto de cultura y diversidad cultural dentro del paradigma del desarrollo es, en gran medida, el resultado del trabajo de la UNESCO, y de su vocación y habilidad para movilizar un apoyo significativo para su visión. La cultura, bajo la perspectiva de David Throsby en un trabajo de investigación comisionado por la UNESCO en 2008, es asimismo un elemento esencial para el entendimiento holístico del desarrollo sostenible, así como para los aspectos socioeconómicos y de medio ambiente.

Existen múltiples autores que nos permiten tratar el concepto de cultura conforme a los contextos sociales y nacionales que se estudien. Sin embargo, con la finalidad de abordar el concepto desde una perspectiva amplia, es necesario utilizar la definición adoptada en la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, que se refiere a la cultura como “el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” (UNESCO, 2001). Esta definición, menciona Rodríguez Barba (2015), es relevante debido a que “(…) es reconocida la importancia de la cultura como un vehículo para el desarrollo de los países, dado el valor económico de las denominadas industrias culturales y creativas”.

Al realizar una lectura detallada de los ODS, se puede observar que la ONU no incluye a la cultura como un objetivo sólido y único en su nueva agenda. En su lugar, dentro de los objetivos, existen referencias a la cultura, como se muestra a continuación:

  • Objetivo 4.7: Enfatiza la importancia de que la educación fomente una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía global y el reconocimiento de la diversidad cultural y de las contribuciones culturales al desarrollo sostenible.
  • Objetivo 8.3: Señala que las políticas orientadas al desarrollo deben fomentar la creatividad y la innovación junto con las actividades productivas, el espíritu empresarial y la creación de empleo decente.
  • Objetivos 8.9 y 12b: Fomenta el turismo sostenible, que incluye productos locales y culturas.
  • Objetivo 11.4: Está encaminado a salvaguardar el patrimonio cultural.
  • Objetivo 16: Promueve la paz y las sociedades inclusivas y señala el refuerzo en la recuperación y devolución del robo de activos.

Con base en lo mencionado, cabe afirmar que existen tres percepciones de la funcionalidad de la cultura:

1) Una dimensión separada del desarrollo sostenible, donde la cultura es un agente independiente a la sostenibilidad.

2) Una dimensión de la cultura orientada hacia la conducción del desarrollo sostenible.

3) Una dimensión orientada a que la cultura sea habilitadora de la sostenibilidad.

En la actualidad, la UNESCO percibe a la cultura como conductora y habilitadora del desarrollo sostenible, gracias a que muchos países están empezando a ver la cultura como un activo para erradicar la pobreza, abordar asuntos de inclusión social y de desigualdad, así como para crear crecimiento económico.

Pero ¿de qué manera podemos promover la cultura como conductora y habilitadora del desarrollo sostenible en una época de acelerada interdependencia y comunicación? Para responder a esta pregunta, es necesario reconocer la importancia del poder blando, definido por Joseph Nye como un mecanismo para generar una cooperación efectiva sin necesidad del uso de la coerción, empleando en su lugar mecanismos culturales e ideales políticos para generar relaciones duraderas a corto o largo plazo (Nye, 2014).

La conceptualización del poder blando, más allá de establecer nuevos mecanismos para la cooperación internacional, acude a la cultura como puente entre naciones, debido a que “la cultura ofrece un ámbito (…) no conflictivo, asociado comúnmente a valores positivos, que dispone de espacios específicos en todos los soportes comunicacionales y genera un gran interés social” (Badillo, 2014). La cultura, al mismo tiempo, moldea la manera en que entendemos nuestras vidas y el significado que le damos a ella, descansando en una concepción del desarrollo centrado en las personas.

En un informe de la UNESCO referente a la cultura para la agenda de desarrollo tras 2015, se mencionan algunas ideas para la incorporación de la cultura en el desarrollo sostenible:

  1. Usar la cultura para crear paz y reconciliación.
  2. Garantizar los derechos culturales para todos, especialmente para las minorías y las comunidades indígenas.
  3. Utilizar la cultura para reducir la pobreza (oportunidades laborales para jóvenes, mujeres y personas marginadas en los sectores cultural y turístico).
  4. Promover la sostenibilidad ambiental (mantener los conocimientos y habilidades tradicionales).
  5. Utilizar el conocimiento tradicional de las comunidades locales para combatir el cambio climático y fortalecer la resiliencia ante los desastres.
  6. Políticas urbanas para la cultura (UNESCO, 2013).

En este contexto, la diplomacia cultural juega un rol importante para cultivar relaciones de confianza entre países y personas por medio de la cooperación cultural, o el intercambio de ideas y de información, entre otros aspectos, con la finalidad de establecer mutuo entendimiento[2] y trabajar así por soluciones eficientes (Kamali-Chirani, 2021).

Para alcanzar un óptimo cumplimiento de los ODS a través de la semántica de la diplomacia cultural, debemos percibir el desarrollo, no como un asunto homogéneo, sino como un proceso complejo con una variedad de resultados influenciados por valores culturales, normas y contextos locales y mundiales (Wiktor-Mach, 2018). El establecimiento de alianzas fuertes y diversas, así como el fomento al aprendizaje, son las claves para alcanzar los objetivos y progresar en los siguientes años. Es necesario, entonces, hacer énfasis en la necesidad de elaborar estrategias y proyectos más contexto-sensitivos, tomar las expectativas y demandas de las personas y colocarlas en el centro de las políticas públicas.

Al enfocar y centralizar la cultura como eje rector del desarrollo, especialistas como Wiktor-Mach (2018) enfatizan los beneficios que para la política exterior tiene la potencial democratización de todas las políticas y acciones al interior de los países que impulsan la cooperación educativa y cultural.

Por otro lado, es necesario mencionar las ventajas de la diplomacia cultural planteadas por Kamali-Chirani (2021) como: 1) la aceleración de las relaciones culturales; 2) el mejoramiento de la comunicación estratégica; y 3) la promoción de una diplomacia saludable. Estas ventajas, en el contexto de los ODS, pueden percibirse como incentivos útiles para avanzar hacia las metas definidas en 2015, a través del establecimiento de puentes interculturales de política exterior.

En un mundo altamente conectado, ya no debemos pensar en la cultura como subordinada a la política, sino como aquello que provee el contexto operativo de esta (Bound, Briggs, Holden y Jones, 2007). El trabajo conjunto de la política como actor y de la cultura como instrumento han permitido una transformación de los aspectos antropológicos de las relaciones culturales del Estado, cambiando la “autopromoción” por una “promoción de valores”[3]. Por consiguiente, el ascenso contemporáneo de la diplomacia cultural es, a su vez, un reflejo de la reconfiguración de los cambios institucionales en los países occidentales (Brown, 2020).

En conclusión, en la medida en que los actores adopten el lenguaje de los ODS en una agenda de actividades que acuda a la diplomacia cultural; se desarrollen programas de formación donde destaque el rol de la cultura y las artes en los ODS; y se seleccionen objetivos clave con indicadores que puedan incorporarse en todos los proyectos[4], la comunidad internacional comenzará a percibir los ODS como un marco de unidad y diversidad cultural internacional. Con ello, además, se podrá reconfigurar el concepto de “desarrollo”, destinando su enfoque hacia la necesidad de alcanzar un bienestar colectivo mediante puentes de entendimiento que se construyen a través de intercambios culturales.

Referencias

Badillo, A. (2014): “Las políticas públicas de acción cultural exterior de España”, Estrategia Exterior Española 19/2014, Madrid, Real Instituto Elcano. Disponible en: https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/las-politicas-publicas-de-accion-cultural-exterior-de-espana/.

Bound, K., Briggs, R., Holden, J. y Jones, S. (2007): Cultural Diplomacy, Demos.

British Council (2020): “The Missing Pillar: Culture’s Contribution to the UN Sustainable Development Goals”, Report. British Council.

Brown, R. (2020): “A historical sociology of the New Cultural Diplomacy”, International Journal of Politics, Culture, and Society, 34(4), pp. 403–418. DOI: https://doi.org/10.1007/s10767-020-09386-0.

Kamali-Chirani, F. (2021): “Cultural Diplomacy in the Time of COVID-19: Updating SDG-17 (Partnership for Goals)”, Sustainable Development Policy Institute. Disponible en: http://www.jstor.org/stable/resrep30510.

Nye, J. S. (2005): Soft Power: The Means to Success in World Politics, PublicAffairs Books.

Pajtinka, E. (2014): “Cultural Diplomacy in Theory and Practice of Contemporary International Relations”, Politické Vedy, (4), pp. 95-108.

Rodríguez Barba, F. (2015): “Diplomacia cultural. ¿Qué es y qué no es?”, Espacios Públicos, 18(43), pp. 33-49.

UNESCO (2001): “Declaración Universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural”, Naciones Unidas. Disponible en: https://www.unesco.org/es/legal-affairs/unesco-universal-declaration-cultural-diversity.

— (2013): “Culture in the Post-2015 Sustainable Development Agenda, Background Note”, Naciones Unidas.

Wiktor-Mach, D. (2018): “What role for culture in the age of sustainable development? UNESCO’s advocacy in the 2030 Agenda negotiations”, International Journal of Cultural Policy 26, pp. 1-16. DOI: 10.1080/10286632.2018.1534841.

Luis David Socorro Alvarado
Estudiante del Máster en Estudios Internacionales de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU)

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