Punto de vista

El español como seducción democrática

El español como seducción democrática

En el Anuario del Instituto Cervantes de 2018, nuestro director del centro de Nueva York, Ignacio Olmos, llamaba la atención sobre la política de “Sólo inglés” alentada desde la Casa Blanca. La crisis económica había provocado en amplios sectores de los Estados Unidos una reacción defensiva que derivaba en la invención de una identidad cerrada, la de los Padres Fundadores, y en la consideración de lo Otro como una amenaza. La lengua española resultaba así no sólo un idioma de pobres, sino un acto de hostilidad contra los Estados Unidos (país que tiene, por otra parte, una muy numerosa población hispana).

No se trata de ninguna novedad. El profesor Francisco Moreno Fernández, antiguo director del Observatorio de la Lengua Española que crearon el Instituto Cervantes y la Universidad de Harvard, recuerda en su libro Tras Babel. De la naturaleza social del lenguaje (2018), episodios antiguos en los que a los alumnos de los territorios de origen hispano de los EE.UU se les obligaba literalmente a sepultar en un ataúd su idioma materno.

No se equivoca la administración de Donald Trump al reconocer la importancia de una lengua como identidad. Muchos autores han meditado sobre ellos en la historia de nuestra literatura. Pero se equivoca al empujar su identidad hacia estrategias de cerradura y xenofobia. Las respuestas democráticas que exige la globalización necesitan articular un legítimo sentido de pertenencia, fundamental para que se consolide una sociedad, pero con raíces en identidades abiertas y con respuestas dialogantes en la cada vez más notable unidad de nuestro mundo. Es el único modo de evitar el deterioro democrático de nuestras sociedades.

Considero que la lengua española o castellana debe reaccionar a través de una política de seducción democrática, apoyando proyectos institucionales que tengan como fin la diplomacia cultural y la lucha contra la desigualdad y la pobreza. Si tenemos en cuenta que formamos una comunidad de 483 millones de hablantes, y que los españoles somos sólo el 8 % del idioma, deberemos concluir que mantener la voluntad hispánica implica una consideración geográfica que hermane en sus intereses las dos orillas, la península e Hispanoamérica.

La mejor forma de hacer del español una lengua democrática es conseguir que se convierta en una lengua de ciencia y de tecnología. Sólo la inversión en ciencia y tecnología conseguirá que España aproveche su enclave europeo y que América latina pueda combatir la grave desigualdad económica y la pobreza que afecta a su población y a su desarrollo según los informes de la ONU.

No se trata, claro, de competir con el inglés como lengua franca de los negocios y la ciencia, sino de tomarse en serio nuestra propia lengua para que puedan escribirse en ella los importantes trabajos de investigación que ya se realizan en el mundo hispano. Ayudar a la publicación de revistas de impacto en español, con carácter panhispánico, para la ciencia y la tecnología es hoy una tarea decisiva. Y también es decisivo conseguir que en los sistemas de valoración estatales de los trabajos universitarios no se caiga en la costumbre de asumir dinámicas de origen anglosajón. Podemos ejercer nuestros propios criterios de valoración y en nuestra propia lengua.

La apuesta por el español como lengua de ciencia y tecnología no significa desatender la gran tradición humanista de una cultura que cuenta con la obra de María Zambrano, Gabriel García Márquez, Sor Juana, Miguel de Cervantes o César Vallejo. Hoy no tiene sentido volver a las guerras entre las ciencias y las letras, y en la estrategia de seducción democrática del español, junto a la ciencia y la tecnología, juega un papel fundamental la creatividad de la literatura, el cine, el arte y la música hispánica.

Me atrevo a insistir en la necesidad de una voluntad panhispánica en esta aventura. Hace años la Real Academia Española, sin abandonar sus responsabilidades, comprendió que la elaboración del diccionario de la lengua debía ser un trabajo compartido con las otras Academias. Esta iniciativa y la fundación en 1951 de ASALE (Asociación de Academias de la Lengua española), en la que están representados 23 países, culmina el camino abierto por Andrés Bello cuando en 1847 publico su Gramática de la lengua castellana, destinada al uso de los americanos.

La mejor manera de defender la unidad del idioma ha sido desde el siglo XIX respetar la riqueza de sus matices y singularidades geográficas. Una lengua que permite al mismo tiempo la relación maternal de cada hablante con su intimidad y una comunicación internacional muy amplia es un bien que conviene cultivar. La mejor forma de hacerlo es institucionalizar una visión multilateral de la cultura hispánica como oferta seductora y democrática. Para eso es importante que se defienda a la vez el español como lengua de ciencia, técnica y humanidades. Una buena respuesta al mundo de hoy y al de mañana.

Luis García Montero
Director del Instituto Cervantes
Política de cookies - resumen
Fundación Carolina, logo conmemorativo de su vigésimo aniversario. Ir a la página de inicio

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Puedes encontrar más información en nuestra política de cookies

Cookies estrictamente necesarias

Las cookies estrictamente necesarias te permiten la navegación a través de nuestra web y la utilización de las diferentes opciones o servicios que en ella existan como, por ejemplo, controlar el tráfico y la comunicación de datos, identificar la sesión, utilizar elementos de seguridad durante la navegación, almacenar contenidos para la difusión de videos o sonido o compartir contenidos a través de redes sociales.  Tienen que activarse para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.

Cookies de personalización

Son aquellas que nos permiten mostrarte la web de Fundación Carolina personalizada para el idioma configurado en tu equipo, el tipo de navegador a través del cual accedes al servicio, tu configuración regional...

 

Cookies de análisis

Son aquéllas que permiten el seguimiento y análisis del comportamiento de los usuarios de la web. La información recogida mediante este tipo de cookies se utiliza en la medición de la actividad de los sitios web y para la elaboración de perfiles de navegación de los usuarios de dichos sitios, aplicaciones y plataformas, con el fin de introducir mejoras en función del análisis de los datos de uso que hacen los usuarios del servicio.

Esta web utiliza Google Analytics para recopilar información anónima tal como el número de visitantes del sitio, o las páginas más populares. Dejar esta cookie activa nos permite mejorar nuestra web.