La crisis del coronavirus es mayúscula. Configura, sin duda alguna, la mayor prueba para la sociedad humana globalizada. Y para Ecuador, un pequeño país colgado de la cordillera de los Andes, el reto resulta descomunal. La pandemia desnuda situaciones lacerantes de todo tipo. El drama humano que se vive tiene, por lo pronto, su punto de expresión máxima en Guayaquil.
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