¿Cuál fue el punto de partida para esta pieza? ¿Hubo alguna imagen, palabra o sensación que guiara tu proceso desde el inicio?
El punto de partida de esta pieza fue la necesidad de explorar el concepto del cuidado. A partir de los recuerdos construidos durante mi Máster, gracias a la Beca de Fundación Carolina, comprendí que esta experiencia transformó mi vida y mi práctica. Me enseñó a cuidarme y a cuidar a las personas, los espacios y las memorias que han marcado mi proceso, y también a reconocer que los momentos difíciles revelan otras formas de atención y de vínculo con nuestro entorno.
¿Qué mensaje te gustaría transmitir con tu tarjeta? ¿Qué sensaciones, ideas o deseos esperas provocar en quienes la reciban?

Me gustaría que las personas puedan recordar aquellos momentos, lugares y seres que marcaron su vida. Por ejemplo, que puedan compartir con quienes fueron un faro de luz: esas amistades que te transforman y te enseñan que puedes ser mejor.
A esas personas que, como tú, tuvieron que viajar a otros territorios y caminar solos hasta que nuestros caminos encontraron un ritmo común —y que, a pesar de océanos de distancia, pueden recordarte como el primer día, recordándote también que la vida continúa y que los esfuerzos siempre encuentran su momento.
A esos paisajes desconocidos que revelan la belleza de la vida y la naturaleza. O a un lugar sencillo, como ir por un café, donde comenzó una historia que te marcaría para siempre.
¿Qué significó para ti ser becaria de Fundación Carolina y de qué manera esa experiencia influyó en tu desarrollo personal y artístico?
Para mí, haber sido becaria de Fundación Carolina 2025 fue una de las experiencias más mágicas que he vivido. Influyó profundamente en mi desarrollo personal y artístico. Aprendí mucho desde España, desde las personas que, al igual que yo, viajaron para encontrar su lugar, descubrir nuevas aventuras y compartir con amigos y amigas que conocí en el camino. Me enseñó el valor de la amistad y que, donde sea que estés, puedes elegir un segundo hogar.
Desde un sentido personal, me ayudó a ser más fuerte y decidida con mis sueños; me permitió comprender que sí es posible cumplirlos y que vale la pena luchar por ellos. Esta experiencia abrió caminos en mi profesión y carrera, me permitió desarrollar proyectos artísticos en España y en Ecuador, y delinear de mejor manera mi investigación e intereses dentro de mis procesos creativos y conceptos, de los cuales me gustaría seguir investigando y aprendiendo.
¿Puedes compartir alguna experiencia, vivencia o aprendizaje de tu paso por la beca que hoy consideres determinante en tu obra?
El aprendizaje más significativo que viví en Madrid ocurrió frente a la ventana de mi habitación, en la residencia donde compartía vida con mis amigas y amigos becarios. Allí conocí a un ave que nunca antes había visto y que venía cada día a buscar nueces con una delicadeza que me cautivó.
Podría decir que la urraca fue mi primera amiga en Madrid. Gracias a ella comprendí que no se necesitan palabras ni un lenguaje común para acercarse a otros seres: basta con ampliar nuestra mirada más allá de lo personal.
Esa experiencia me llevó a preguntarme: ¿Cómo podemos coexistir de mejor manera con otros seres? ¿Qué no estamos observando?
A partir de estas preguntas comencé a estudiar materialidades y a investigar cómo aves e. insectos construyen sus espacios a partir de gestos mínimos que, al repetirse y entrelazarse, se transforman en estructuras mayores que influyen en el mundo. Entendí que todo nace desde la colaboración.
Este interés lo desarrollé posteriormente en mi TFM y en una obra que deseo seguir explorando. Quizá, si reconociéramos que también nosotros podemos construir desde la colaboración y el cuidado —de los ecosistemas y de aquello que nos rodea— podríamos imaginar y generar futuros más deseables.
¿Qué proyectos estás desarrollando actualmente? ¿Qué planes artísticos o creativos tienes a mediano o largo plazo?
Actualmente estoy desarrollando un proyecto que será expuesto en la Galería Ponce+Robles, en Madrid, dentro del programa Lab 20/30, donde fui seleccionada para presentar mi trabajo en una muestra individual. La exposición se inaugurará en enero de 2026.
La propuesta nace y evoluciona a partir de la investigación que realicé durante el Máster en Investigación en Arte y Creación en la Universidad Complutense de Madrid, gracias a la beca otorgada por la Fundación Carolina.
El proyecto invita a pensar la escritura más allá del lenguaje humano, entendiéndola como un proceso material, sensible y colectivo que compartimos con otras especies. Inspirado en las arquitecturas animales —nidos, colmenas, madrigueras— explora cómo cada ser vivo deja trazos, huellas y estructuras que narran historias y configuran el mundo que habitamos.
Del mismo modo que las abejas recolectan polen o las golondrinas reúnen ramas, recojo libros dados de baja para construir espacios-refugio a partir de materiales en desuso. En ese gesto, lo que ha sido descartado se transforma en materia viva, capaz de generar nuevas atmósferas y modos de habitar, abriendo posibilidades para compartir, cuidar y crear desde la colaboración.