Punto de vista

Más Europa y más América Latina: la mejor respuesta a esta crisis

Más Europa y más América Latina: la mejor respuesta a esta crisis

Estamos afrontando una crisis sin precedentes en nuestra historia más reciente. No es similar a ninguna situación que hayamos tenido que enfrentar antes. Por su escala global y su profundo impacto, esta crisis sanitaria se ha convertido rápidamente en una crisis económica, social y política, cuyo alcance último es difícil de calibrar. La Covid-19 nos ha impactado además en un momento que ya era de por sí difícil, con grandes fracturas que venían poniendo en cuestionamiento muchos de los pilares que han vertebrado nuestras sociedades durante décadas.

América Latina y el Caribe lo saben bien. Tras el impresionante período de crecimiento económico y desarrollo social que tuvo lugar en el período de 2003 a 2013, la región lleva un lustro arrastrando pobres niveles de crecimiento y productividad. La voluntad de diversificación y de limitar la excesiva dependencia de las materias primas no se ha alcanzado. La informalidad laboral sigue siendo la tónica definitoria de los mercados de trabajo. La clase media, si bien ha crecido, es todavía muy vulnerable. Las desigualdades siguen entre las más elevadas del planeta. Y la falta de estabilidad y conflictividad marcan aún la agenda política interregional, frenando una integración tan necesaria para el progreso del continente.

Los efectos del shock provocado por esta pandemia se van a dilatar en el tiempo, y se añaden a estos déficits estructurales que la región arrastra desde largo. No debemos olvidar la ola de protestas ciudadanas que tuvo lugar hace tan sólo unos meses, con una población que reclama esa promesa incumplida de seguridad vital y desarrollo inclusivo tan largamente ambicionada.

No cabe duda de que la prioridad absoluta en el momento actual de gran incidencia de la Covid-19 en la región, como ocurrió en España, es frenar el virus y salvar vidas. Pero hay que pensar en la recuperación y planificarla desde ya. Una recuperación que debe ser equilibrada y no dejar a nadie atrás. Una recuperación que, en el caso especial de América Latina y el Caribe, ofrece la oportunidad de sentar las bases para esa transformación largamente pendiente que la región necesita, y que pasa por un mayor integración y convergencia.

En este sentido, la clave del éxito radicará en leer adecuadamente el tiempo en que vivimos. Asistimos a una época de transición y cambio. Un cambio dicotómico, con posibles regresiones en dinámicas como la movilidad incesante, pero intensificación otras como la hiperconexión digital, que ha mutado las nociones tradicionales de tiempo y espacio. Lo más probable es que las tendencias que se vienen manifestando desde hace tiempo se aceleren, aunque hay lecturas diversas sobre si estamos abocados a la desglobalización, a la edificación de fronteras físicas y también digitales que cierran y fragmentan nuestro ciberespacio privándolo de una regulación compartida por todos, o si se avecina un tiempo de cooperación exacerbada y constitucionalismo creativo. América Latina tiene que interpretar este contexto a la luz de sus fortalezas y oportunidades, y no perder los actuales trenes de progreso.

Un aspecto del que no cabe duda alguna es la demanda por parte de la ciudadanía de servicios sólidos y de calidad, que den seguridad y protección ante esta sensación de cambio e incertidumbre tan característica de nuestro tiempo. Ello nos exige como Estados ser más resilientes y estar mejor preparados. Requiere de los Gobiernos y de las instituciones solidez, credibilidad y servicios de calidad, que pasan por una mayor capacidad fiscal y generadora de recursos. En España y en Europa lo hemos experimentado en primera persona: en momentos de crisis, el Estado se convierte en el primer dique de contención. También sabemos que, amortiguado el primer golpe, una recuperación duradera sólo pasa por una mayor colaboración a nivel internacional, ya sea en términos de restablecimiento de la movilidad, relanzamiento económico o búsqueda de una vacuna. Sabemos que la unión hace la fuerza, y nos preparará mejor para cualquier embestida futura, de la naturaleza que sea.

Nuestra respuesta a esta crisis está siendo más Europa, profundizando en nuestra unión y sus mecanismos. Una recuperación colectiva basada en la doble transición ecológica y digital, en la fortificación de nuestra resiliencia y autonomía estratégica sin renunciar por ello a la apertura económica y el refuerzo del multilateralismo. Apelamos a que la solidaridad y la cohesión guíen la recuperación. Creemos en un espacio de mejoras donde todos hemos de converger para incrementar nuestra resiliencia colectiva y, así, estar mejor preparados de cara al futuro.

Conscientes de los obstáculos estructurales y los desafíos específicos de la región, quizás este sea un momento definitorio para América Latina y el Caribe. Si los países de la región saben ver una oportunidad en esta crisis, quizás refuercen sus mecanismos de cooperación interregional, explotando sus múltiples sinergias y complementariedades. No será una tarea fácil, pero no faltan mimbres institucionales y herramientas para articular esta convergencia, desde los múltiples foros de diálogo y cooperación hasta los propios bancos de desarrollo y fuentes de financiación.

A través de la Secretaría General Iberoamericana y sus múltiples instrumentos sectoriales, España contribuirá a esta agenda, como también lo haremos mediante el refuerzo del espacio UE-CELAC. Y por supuesto, utilizando más y mejor todos los canales de cooperación bilateral que tenemos con los países hermanos latinoamericanos y caribeños, incluidas nuestras ricas relaciones económicas

Al igual que estamos viviendo en Europa, creemos que más América Latina es la mejor respuesta a esta crisis. Somos socios preferentes, y juntos podemos hacer de la respuesta a esta crisis un motor para acometer las importantes transformaciones que nuestro mundo necesita. Trabajaremos para ello.

Manuel Muñiz
Secretario de Estado de la España Global

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