Punto de vista

El dividendo social de la empresa española en Latinoamérica

El dividendo social de la empresa española en Latinoamérica

Las efemérides suelen ser un momento adecuado para hacer balance del pasado, analizar el presente y, sobre todo, mirar hacia el futuro. 

Este año, en MAPFRE, celebramos nuestro 90º aniversario. Si algo nos ha acompañado desde nuestros orígenes es la vocación de la actividad aseguradora como elemento de protección de las personas y desarrollo de la sociedad. Esa vocación es la que nos llevó, a mediados de los años 80, a iniciar un proceso de expansión internacional que comenzó por Latinoamérica y que, con el paso del tiempo, ha convertido a la región en uno de los pilares que apuntalan el éxito del Grupo. Casi 40 años después de iniciar ese proceso, hemos conseguido una posición de liderazgo en la región, con Brasil y México a la cabeza, como mercados estratégicos para nuestro negocio.

Pasados estos primeros 90 años de historia podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que nuestro modelo de negocio es sólido y sostenible, pero también que llevamos nueve décadas trabajando con un fuerte compromiso con las personas y el planeta y contribuyendo al desarrollo del tejido social y empresarial de los países en los que estamos presentes. Cuando todavía no se hablaba de Responsabilidad Social Corporativa, MAPFRE ya estaba trabajando en su huella social. Y es precisamente este aspecto el que quiero destacar en estas líneas, no solo en relación con nuestra compañía, sino también del resto de empresas españolas que han internacionalizado sus actividades con un fuerte foco en Latinoamérica y el Caribe.

En la actualidad, las crisis concurrentes que aumentan las vulnerabilidades sociales –alimentos, energía, combustibles, suministros–, los riesgos interconectados y la erosión de la resiliencia nos abocan a un escenario donde crisis dispares interactúan de tal manera que su impacto global supera con creces la suma de cada parte. El mayor riesgo tanto a corto como a largo plazo está relacionado con la sostenibilidad, con un fuerte foco en el medio ambiente, sin duda, pero también con las personas y por las brechas de desigualdad, que son los graves problemas políticos y sociales más inmediatos tras crisis económicas de gran escala.

El seguro puede ser un instrumento eficiente para hacer frente a estos y otros grandes riesgos, especialmente en regiones menos preparadas para solventarlos, como la latinoamericana. Sin embargo, en esta ecuación no podemos obviar la importancia de las políticas públicas y la necesidad de contar con el diálogo, la complicidad y el apoyo de las administraciones que las diseñan. Los Estados deben ser capaces de asumir las capas de protección más elevadas. Por eso, es necesario sumar esfuerzos y apoyarse en la colaboración público-privada, pues es la manera en la que podremos desarrollar todo el potencial de ese carácter social del seguro que mencionaba más arriba.

No hay nada más sostenible que contribuir a garantizar el futuro de las personas, especialmente cuando suceden eventos inesperados que ponen en riesgo el desarrollo económico y social de los países y, en concreto, de las personas. En nuestro caso, esa contribución está en nuestro ADN, a eso nos dedicamos. Pero va más allá del negocio. La empresa moderna y comprometida cuenta con un propósito corporativo que impregna toda su actividad y que la debe llevar no solo a ser rentable, sino también a generar un valor compartido con la sociedad; a comprometerse con las personas y con el entorno en el que desarrolla su actividad; a trabajar para mejorar la sociedad. Porque no se puede desligar nuestra actividad empresarial del imprescindible trabajo para lograr un mundo más sostenible y solidario.

Así lo entienden las numerosas empresas españolas con una presencia significativa en la región durante décadas y cuyo impacto en el desarrollo social y económico de los países en los que operan –infraestructuras, comunicaciones, salud, seguros, explotación de recursos naturales, acceso a la financiación– ha sido notable, más allá de la mera rentabilidad de sus negocios.

En los últimos años, hemos visto cómo, desde algunos sectores, se pronunciaban discursos denostando a la empresa española y proyectando una imagen que nada tiene que ver con la realidad. Paradójicamente, esta corriente ha coincidido en el tiempo con un momento en el que las empresas españolas, en muchos casos a través de la actuación de sus fundaciones y de sus propios empleados, que desarrollan una encomiable labor de voluntariado, destinaban numerosos recursos a tratar de paliar los efectos de una crisis sanitaria, primero, y de una fuerte complicación del panorama macroeconómico después.

La empresa española lleva muchos años -en nuestro caso, cerca de cincuenta- contribuyendo al desarrollo económico y social de la región. En primer lugar, a través de la implantación de nuestra actividad en estos países. No son meras inversiones, son parte de una apuesta de largo plazo, que nos ha llevado a convertirnos, hoy día, en empresas brasileñas, mexicanas, colombianas o peruanas, que generan riqueza, estabilidad y empleo de calidad en estos países. Pero, además, con un fuerte compromiso social, que desarrollamos a través de proyectos sociales y de otra índole que impulsamos de la mano de organizaciones locales para mejorar la la sanidad, la educación, la nutrición, la empleabilidad, la igualdad, la conectividad, la capacidad emprendedora o el empoderamiento de la mujer, entre otros; y a través, también, de esfuerzos extraordinarios en los momentos más complicados, cuando más se necesita, a través de la actividad de nuestros voluntarios y de donaciones de material para atajar y paliar los efectos de las catástrofes naturales -terremotos, huracanas, inundaciones-, devastadoras crisis sanitarias como la del COVID-19 y otros eventos que ponen en peligro las condiciones de vida de muchas personas.

En definitiva, la empresa española es consciente de la importancia de dejar una huella positiva a nuestro alrededor y contribuir, desde nuestra actividad global, a construir un mundo más igualitario, justo, ético, inclusivo, desarrollado y transparente. Por ello, aspiramos a incorporar la sostenibilidad y el retorno social en lo que hacemos, apostando por la colaboración público-privada y pensando en el beneficio de todos nuestros grupos de interés. Estamos convencidos de que las empresas no solo tienen que parecer sostenibles, sino que deben serlo, y para ello es necesario tener un propósito que vaya más allá del beneficio financiero. 

Antonio Huertas
Presidente de MAPFRE
Antonio Huertas es el presidente de MAPFRE desde 2012. Distintas experiencias le han dado la oportunidad de tener una visión global de la gestión empresarial, tanto en lo comercial como en lo técnico y en lo financiero. Su participación en el desarrollo de proyectos tecnológicos le ha permitido además conocer a fondo el mundo de la tecnología aplicada a la empresa.

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