Hablamos con

Entrevista a Javier Niño

Entrevista a Javier Niño

Hablamos con
Javier Niño
Un acontecimiento tan catártico como la COVID, puede ser una oportunidad de cambio definitivo y estructural que creo que América Latina no puede desperdiciar

Entrevistamos a Javier Niño, director ejecutivo para las Américas del Servicio Europeo de Acción Exterior, quien recientemente ha participado como ponente en el curso «Las tres transiciones: digital, ecológica y socioeconómica. Visiones desde la Unión Europea y América Latina» , organizado por la Fundación Carolina en colaboración con el Gobierno de Cantabria en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

¿Qué valoración se hace desde el Servicio Europeo de Acción Exterior del momento político en América Latina que ha atravesado situaciones complejas en los últimos tiempos y muy marcada por la coyuntura de pandemia?

Yo creo que el momento que se vive es un momento realmente único y me refiero a que es un momento que se puede contemplar desde dos puntos de vista que pueden resultar contradictorios, pero para mí no lo son. Por una parte, es cierto que hay muchos elementos que llevan al pesimismo, la situación del COVID, lo que va a ser el impacto del COVID a todos los niveles, económico, humanitario, sanitario, social, va a ser tremendo en América Latina y esto obviamente siempre puede tener repercusiones políticas negativas. Es cierto también que vivimos un momento en el que se respira mucha crispación, mucha polarización, el ejemplo paradigmático sería las recientes elecciones en Perú, pero ha habido otros, también llevados al tema de los movimientos sociales. Es un momento en el que de alguna manera catártica, el COVID al que me refería, ha hecho ver que los problemas estructurales de América Latina siguen muy latentes, el buen gobierno o la falta de él en muchos casos, el problema de las desigualdades, el problema de la reforma fiscal y finalmente, es un momento que invitaría al pesimismo cuando se ve todavía una cierta o una gran confusión, en todo lo que es el proceso de integración regional, con una CELAC que no acaba de asumir su liderazgo, por la ausencia entre otros motivos, de Brasil y otra serie de grupos regionales que tampoco acaban de encontrar su papel y su identidad. Pero al mismo tiempo, yo creo que hay elementos que pueden llevar al optimismo, en el sentido de que ya antes de la COVID, se veía una sociedad civil vibrante que impulsaba reformas, que impulsaba ideas y que impulsaba un deseo de cambio, en temas a los que ya me he referido, la estructura del poder socioeconómico, político, las desigualdades, el buen gobierno y yo creo que la COVID no puede sino acrecentar esas demandas y llevar a un escenario de soluciones.

Un acontecimiento tan catártico como la COVID, podría ser finalmente el catalizador que nos lleve a afrontar de una manera decidida, como nunca se ha hecho, toda esta problemática en América Latina, es decir, ésta es una oportunidad de cambio definitivo y estructural que yo creo que América Latina no puede desperdiciar y hay elementos que llevan al optimismo, como por ejemplo, el proceso constituyente de Chile, que está marcando una senda muy interesante de reconciliación nacional, de miradas inteligentes, pero también valientes, en temas de minorías, de reformas fiscales, de buen gobierno. Si ese proceso es exitoso, podría llevar a otros similares. En esta ambivalencia de elementos positivos y negativos, yo quiero creer que América Latina va a ser inteligente y va a aprovechar este momento de gran crisis a todos los niveles para finalmente salir de esta especie de crisis cíclicas que asisten al continente desde hace décadas y poner las bases para un escenario de mucha más estabilidad y prosperidad.

En este mismo contexto y ya transcurridos más de 20 años de asociación estratégica a nivel birregional, ¿Cómo caracterizaría expresamente esta relación en el momento actual? Tenemos presente la declaración ministerial de diciembre de 2020, en la que se vio una voluntad de revitalizar dicha relación.

Si me permites, voy a reiterarme en la ambivalencia, porque se puede ver el escenario botella medio vacía o botella media llena. Medio vacía porque es cierto que constatamos, y no puede ser de otra manera, por lo menos públicamente, la poca importancia estratégica de América Latina y el Caribe en al ámbito público. Hablábamos ayer, en el marco del vigésimo aniversario del Proceso de Cumbres, una ausencia de encuentro a alto nivel desde hace 6 años, no solo a nivel regional, sino a nivel de los dos socios estratégicos, como Brasil y México, mientras la Unión Europea organiza Cumbres con prácticamente todas las regiones del mundo más allá de América Latina. Un elemento negativo, por supuesto es la falta de sensibilidad hacia la región en un gran número de países europeos. Realmente los países que manifiestan un interés hacia la región se pueden reducir a 4 o 5, máximo 6, liderados por España.  

Lo que contestamos, los que trabajamos en política exterior, es que no existe una narrativa convincente que permita catapultar ese interés que existe en la región hacia decisiones concretas, es decir, tenemos regiones en el mundo que están asociadas a mensajes muy concretos y muy poderosos, como puede ser el tema de la migración en África, el suministro energético con Rusia, el dinamismo económico con China, como puede ser evidentemente la estabilidad y seguridad militar con Estados Unidos, ese mensaje falta con América Latina. Todo ese panorama, puede llevarnos a un cierto pesimismo. Si que se nota un cierto esfuerzo y no exagero, en la figura del Alto Representante. El hecho de tener un español a la cabeza del Servicio Exterior, puede ser un elemento muy importante para impulsar la agenda birregional con América Latina. Ha habido dos reuniones a nivel ministerial en los últimos meses y sobre todo hay un par de elementos que refuerzan ese optimismo. El primero es que la relación trasatlántica, la otra con Estados Unidos, no quiero decir que se ha resquebrajado, pero ha mostrado sus fisuras y una menor solidez de la que creíamos y esto, entre el escenario de las tres transiciones, nos hace ver que realmente necesitamos aliados sólidos y cómplices y ahí es donde quiero llegar. Lo que sí me permite ser optimista es que los hechos están ahí, no hay ninguna región con la que exista mayor complicidad lingüística, cultural, histórica y sobre todo comunidad de valores, a pesar un poco del estado de confusión en el que se encuentra la región, los principios del modelo de sociedad que quiere defender y promover la Unión Europea, los encontramos en América Latina, a pesar de todos los defectos, mucho más que en otra región del mundo. Existe un interés económico también incierto, por ejemplo un dato que sorprende es que las inversiones europeas en Mercosur, son superiores a las que la Unión Europea tiene en India, China, Rusia y Japón juntas, lo cual creo que es un hecho que habla por sí mismo y lo que esto trasluce es un escenario que debería ser de sentido común, cuando uno afronta transiciones digitales, medioambientales, sociales y yo diría también políticas, es difícil seguir encontrando un socio con el que haya mayor complicidad y mayor potencial de trabajo conjunto.

Tenemos una palanca que puede ser importante para trabajar conjuntamente en estos temas que es la cooperación. Una cooperación que tradicionalmente se orientaba a países y proyectos concretos y que ahora se quiere llevar a un campo mucho más ambicioso. Que el dinero de la cooperación y los mecanismos de diálogo político, se pueden articular por supuesto, para facilitar la estabilidad y la prosperidad en América Latina, para promover los intereses europeos, pero muchísimo más importante, para que sea una plataforma de trabajo conjunto en la escena multilateral, es decir, cuando se vaya a discutir en Glasgow la nueva situación medioambiental, cuando en su día se tenga que discutir un marco multilateral para temas como la inteligencia artificial, cuando se tenga que defender, como va a ser el caso pronto en la Cumbre sobre las democracias, el modelo de democracia liberal que nosotros y Latinoamérica defendemos, en esos tres ámbitos, insisto, va a ser difícil encontrar regiones y países con las que exista una mayor complicidad, más allá del marasmo que uno parece ver si  contempla América Latina. Lo que subyace son países y sociedades que de una manera general siguen creyendo en los principios de destrucción, en lo que significa la separación de poderes, en el respeto a los derechos humanos, en el respeto a las libertades públicas, todo esto me hace pensar, como sería el caso de las otras dos transiciones, que realmente hay motivos para la esperanza.

Iniciamos un curso político próximamente, ¿Cuáles serían los retos más inmediatos de la Unión Europea en su acción exterior hacia América Latina?

Los retos más inmediatos a corto plazo serían principalmente dos. El primero, la organización de un encuentro de alto nivel, que no se produce desde el 2015. Hay buenas perspectivas para que este encuentro pueda tener lugar antes de final de año, quizás en un formato distinto al tradicional porque las condiciones tanto logísticas como políticas, hacen difícil un encuentro CELAC-UE que sería la respuesta lógica, pero quizás en un formato más reducido, con los países que ostentan las presidencias de las organizaciones regionales, se pueda producir este encuentro. Sería una señal muy fuerte, coherente con todo el proceso de encuentros que se iniciaron en Berlín y que demuestre públicamente que ese interés sigue latente y que puede ser de gran potencial.  

En segundo lugar, sería muy importante avanzar de alguna manera, si fuera posible, en alguno o en todos los acuerdos de asociación que ahora están sobre la mesa, Mercosur, México y Chile. Tanto la dimensión comercial como la dimensión geopolítica, son procesos importantísimos para que podamos demostrar que hay una voluntad común de seguir avanzando.

Yo creo que esos son los dos objetivos más a corto plazo. También lanzamos el programa de cooperación, que se va a aprobar en las semanas próximas y poner las bases para que este programa de cooperación pueda ser una plataforma mucho más ambiciosa de lo que fueron programas de cooperación anteriores, quizás pueda ser un tercer objetivo a corto plazo.

A largo plazo, insisto, el objetivo claro es intentar ser lo suficientemente eficaces e inteligentes, para poner a Latinoamérica y el Caribe, donde deben estar, en el marco de las prioridades estratégicas de la Unión Europea. Ahora están en un nivel relativamente bajo. Hay que ser realistas, nunca van a liderar las prioridades estratégicas de la Unión Europea, pero yo creo que hay mucho margen para que se mueva al alza el valor latinoamericano y caribeño en la Unión Europea.

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