Hablamos con

Entrevista a Tamara Díaz

Entrevista a Tamara Díaz

Hablamos con
Tamara Díaz
Es el momento de ver quiénes se han quedado fuera del sistema educativo, qué pérdidas de aprendizaje ha habido y cómo podemos tratar de compensarlo.

Entrevistamos a Tamara Díaz, directora de Educación de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura

La educación constituye una de las herramientas más poderosas a la hora de combatir las desigualdades, y es decisiva para avanzar hacia el cumplimiento de la Agenda 2030. ¿Cómo contribuye la cooperación educativa a la consecución de los ODS?

La educación dentro de la Agenda 2030 tiene un lugar central no solo en el ámbito educativo para avanzar en la reducción de las desigualdades, sino para la consecución del resto de los objetivos. Cuando hablamos de la Agenda 2030, hablamos de un pacto universal. La comunidad internacional se ha puesto de acuerdo en torno a unos objetivos entre los que la educación aparece con un espacio propio, el ODS 4, pero a su vez se relaciona con el resto de los ODS. Podemos decir que la Agenda está reafirmando el valor que tiene la educación, no solamente como un derecho fundamental, sino que a la vez es habilitador de otros derechos; sería como una llave que permite alcanzar los demás objetivos.

Todo esto tiene unas implicaciones muy positivas, al reafirmar la capacidad que tiene la educación para la transformación no solo del individuo, sino a escala social. Los ODS tienen una mirada orientada al desarrollo personal, pero también muestran una mirada más amplia, más social, que trata de promover modelos de consumo y de producción más sostenibles. Y aquí la educación es una herramienta fundamental, es el motor para promover otro tipo de modelos de desarrollo, que es lo que finalmente la Agenda nos plantea. Las consecuencias son muy directas, con implicaciones que van más allá del propio objetivo educativo.  

 

Tanto la Agenda 2030 como el desarrollo en transición exigen un nuevo tipo de cooperación avanzada, que va más allá de la tradicional visión Norte – Sur. ¿Qué características particulares tiene la cooperación educativa para países de renta media?

Los ODS marcan una hoja de ruta universal. Una de las características de la Agenda es que no solo va orientada a los países de renta baja, sino que tiene objetivos más amplios en los que el desarrollo es considerado como un proceso continuado en el tiempo, como una problemática global, de tal manera que cualquier país es susceptible de recibir y de aportar cooperación. Cada país no solo tiene unas metas internacionalmente definidas, sino que debe fijar sus propias metas y esto supone que, para avanzar en el cumplimiento de estos objetivos, es importante fortalecer las capacidades institucionales de los países, al tiempo que reforzar o buscar otros modelos más innovadores de cooperación internacional.

Hay un cambio de mirada respecto a la cooperación tradicional y en la que la ayuda no es un fin en sí mismo, sino que es un medio. En este ámbito, instituciones como la OEI tratan de facilitar procesos de desarrollo, no solo con la propia ayuda, sino con un tipo de cooperación más técnica orientada a fortalecer capacidades y a empoderar de alguna forma a los países.

Esto supone que, si todos los países participan, la mirada es más horizontal, se avanza hacia un modelo más inclusivo que se basa en el aprendizaje mutuo y el intercambio de experiencias; cambia el rol en el que se sitúan los países, que ya no solo serán receptores, sino que también pueden aportar al resto, teniendo en cuenta sus desafíos y capacidades. Es otro tipo de cooperación más horizontal que va más allá de los instrumentos tradicionales y que exige nuevos mecanismos de gobernanza. Son estrategias diferentes propias de un tipo de cooperación avanzada y de estos países en desarrollo en transición. La OEI lleva muchos años haciendo este tipo de cooperación con Iberoamérica.

La región iberoamericana presenta unas características singulares. ¿Qué líneas sigue la OEI en materia de cooperación educativa en Iberoamérica? 

Cuando trasladamos la Agenda 2030 al contexto iberoamericano se constata que tiene todo el sentido. Y más aún cuando hablamos de educación. Existen retos asociados a la calidad, la equidad, la inclusión… y aunque veníamos de una situación favorable en cuanto a cobertura y asistencia en primaria y secundaria, y en algunos otros indicadores, con la pandemia las brechas se han profundizado y se han hecho más evidentes. Hay alumnos que han podido seguir una educación a distancia, pero hay otros muchos grupos de población que han quedado verdaderamente excluidos. Tenemos por delante importantes desafíos vinculados a calidad y equidad. Para nosotros, para la OEI, es una oportunidad, como organismo que forma parte activa del sistema multilateral iberoamericano, para impulsar modelos de cooperación más innovadores.

Cuando formulamos las prioridades para el próximo bienio en nuestra acción programática de cooperación, incluimos las prioridades de los países. Tratamos de fortalecer sus políticas publicas en materia educativa. Para este periodo, si bien hemos seguido con las líneas temáticas ya definidas, hemos tenido que incorporar a nuestra agenda todo lo relativo a las necesidades derivadas de la pandemia. En tiempo record hemos tratado de apoyarles de diversas formas: dotación de recursos, habilitar espacios para intercambiar información relacionada con medidas sanitarias y educativas, proporcionando becas de formación docente, etc. De alguna manera estamos respondiendo a las prioridades que en materia educativa tienen todos los países en la región.

Por otra parte, entre nuestras líneas de trabajo está el fortalecimiento de políticas públicas en primera infancia. Hemos visto que se están vulnerando los derechos de los más pequeños, algo que ha venido agravado por la pandemia. Existe una necesidad de impulsar políticas integrales de atención a la infancia que articulen sectores; coordinar el sector de la educación con protección social, con sanidad, y promover iniciativas que se orienten a mejorar la calidad de la educación que los niños reciben.

Otra línea que ya veníamos trabajando pero que toma aún mayor importancia en este contexto, es la relacionada con la educación en derechos humanos y la educación para la ciudadanía global; son cuestiones que ahora mismo tienen una especial relevancia. Muy vinculado también está el fortalecimiento institucional y la mejora de la gobernanza, como estrategias para hacer frente a la situación actual.

También desarrollamos una actividad importante en educación superior, como área específica, y, en la actualidad, hemos impulsado una línea muy concreta de cooperación, como consecuencia de la crisis sanitaria, que es la educación digital. Se ha presentado como una prioridad en las agendas educativas de los países, avanzar hacia la construcción de modelos híbridos en educación y ver cómo somos capaces de reducir la brecha digital. Estamos impulsando un programa regional, que es la suma de muchos insumos y alianzas, con una mirada orientada a lograr que la transformación digital favorezca un desarrollo social inclusivo en Iberoamérica.

La pandemia causada por la COVID-19 ha supuesto numerosos e importantes cambios en el ámbito educativo, como el cierre de centros o el surgimiento de nuevos formatos de educación a distancia que, en muchas ocasiones, ha propiciado un aumento en las desigualdades. ¿Cómo puede la cooperación educativa ayudar a paliar los efectos negativos de las medidas adoptadas para combatir la pandemia?

La pandemia nos muestra cuestiones que ya sabíamos, como la heterogeneidad de la región o las desigualdades, pero ahora las ha evidenciado. Hay colectivos que se han quedado fuera, y quedarte fuera del sistema educativo significa quedarte fuera de sistemas de nutrición, de salud, etc. En muchos casos, la escuela es el espacio donde los alumnos no solo aprenden y se desarrollan, sino también donde tienen acceso a cartillas de vacunación o a una alimentación adecuada, que de otra forma no les es posible recibir.   

En la OEI estábamos trabajando en el informe Miradas sobre la Educación en Iberoamérica 2020 para analizar cómo los distintos países han integrado el desarrollo de competencias en sus políticas educativas cuando comenzó la pandemia y el confinamiento en marzo de 2020.  Todo esto nos obligó a repensar cuestiones, profundizar y darles otro enfoque, pero vimos que abordar esta temática todavía era más necesario.  En el fondo, formar en competencias supone revisar qué estamos enseñando a nuestros alumnos, y definir qué aprendizajes son los esenciales que debe garantizar un sistema educativo.

Más reciente aún, elaboramos otro informe: “Retorno escolar postpandemia en Iberoamérica”, en el que hemos tratado de analizar cómo está siendo la reincorporación a las aulas, ya que en el momento actual la mayoría de los países de la región tienen como objetivo el retorno a la presencialidad. Si podemos destacar un dato positivo, es que la mayoría de los países a la hora de retomar esta vuelta a las aulas están asesorados por comités de expertos, con sanitarios y especialistas en temas de salud. Se está priorizando siempre la salud frente a cualquier otra medida; hay un proceso de sensibilización a la comunidad educativa muy amplio. Se está reforzando la coordinación entre administraciones públicas y se apuesta por la cooperación tanto en el ámbito nacional como internacional. Vemos que se están tratando de hacer las cosas bien.

Por otra parte, es el momento de analizar daños. Es el momento de ver quiénes se han quedado fuera, qué pérdidas de aprendizaje ha habido y cómo podemos tratar de compensarlo. Un informe reciente del FMI cuantifica que los estudiantes entre los 10 y 19 años tienen un pronóstico de un 4% más bajo de ingresos a lo largo de su vida si no se toman medidas que compensen la pérdida de clases en 2020.

En cuanto a la brecha de género es un tema preocupante; habíamos conseguido mejoras significativas en las tasas de escolarización llegándose incluso a alcanzar la igualdad entre niños y niñas en el nivel de educación primaria; pero ahora nos estamos encontrando con situaciones familiares en las que la pérdida de trabajo y la carga doméstica con cuidado de hermanos pequeños, hacen que repercutan directamente en las niñas, dejándolas en mayor proporción fuera del sistema educativo; al igual que también ocurre con poblaciones vulnerables. Los derechos de los niños se están viendo afectados, ya que muchas familias con economías sumergidas y que no tienen ingresos, les ponen a trabajar. Son situaciones que hay que identificar e intervenir.

Como desafío a corto plazo, está el regreso a las aulas, que sea seguro e inclusivo; la presencialidad es indispensable, no es sustituible, sobre todo en la formación básica, por todo lo mencionado anteriormente. Y en un medio y largo plazo el reto está en avanzar en calidad y equidad, tenemos que apostar por la transformación digital de los sistemas educativos, que cuenten con mecanismos flexibles que permitan incorporar a los alumnos que se han perdido en la pandemia y a los grupos más vulnerables que se han venido descolgando en los últimos años. No podemos permitir que ningún niño o niña tenga que renunciar a la escuela, tenemos que garantizar la educación como espacio de nivelación social, para reducir no solo las brechas que existen entre países, sino dentro de un mismo país.

En un momento importante para las organizaciones de cooperación, para el trabajo interagencial. Cuando se habla del ODS 17, es esencial la colaboración y establecer sinergias, que el sector público y el privado trabajen de la mano. Es el momento de hacerlo efectivo. Veníamos durante mucho tiempo planteando este tipo de propuestas, pero ahora la realidad se nos ha materializado de tal forma que no hay otra posibilidad de avanzar. Hay que tratar de impulsar un tipo de cooperación mucho más orientada a promover un diálogo de políticas, que se base en fortalecer capacidades, todo este tipo de estrategias propias de modelos de cooperación avanzada. En este sentido la Agenda 2030 es una oportunidad, nos plantea una hoja de ruta a seguir y nos puede ayudar a repensar prácticas y modelos, en un momento de mayor necesidad que nunca.

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