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Entrevista a Adrián Bonilla, director ejecutivo de Fundación EU-LAC

Entrevista a Adrián Bonilla, director ejecutivo de Fundación EU-LAC

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Adrián Bonilla
Un escenario central para la educación superior, vinculada a la investigación y a su impacto en las sociedades, de todas maneras, es el del reconocimiento científico

La vida académica de Adrián Bonilla está marcada por la FLACSO. Ha trabajado en la sede Ecuador desde 1994, siendo respectivamente subdirector (1996-2004) y director (2004-2012) y, de especial recuerdo para la Fundación Carolina, desde esa responsabilidad ha sido el impulsor y organizador del I Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales (2007). Posteriormente ha sido secretario general de FLACSO (2012-2016) y secretario de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación de Ecuador. Desde hace unas semanas, dirige la Fundación Unión Europea-América Latina y Caribe (Fundación EU-LAC).

Usted es un especialista en las políticas exteriores latinoamericanas ¿Cómo han evolucionado en los últimos años?

Lo que hemos tenido, a lo largo del siglo XXI en la región, son diversos ciclos políticos que se han correspondido a momentos económicos definidos por las formas de inserción de la región en las dinámicas de la Globalización. La expansión de las economías latinoamericanas de la primera década de este siglo, sobre todo en Sudamérica, permitieron al mismo tiempo la producción de proyectos multilaterales de distinto signo y con ámbitos diversos, sobre todo en la dimensión de la política internacional. La experiencia latinoamericana más importante de esos años es probablemente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que es un proyecto que sobrevive, a pesar de la enorme heterogeneidad de sus miembros. Una mención importante, sin embargo, hay que hacer sobre los antiguos sistemas de integración originados en las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, cuya importancia sigue siendo incuestionable. Si bien, esos proyectos, no se convirtieron en regímenes de integración política al estilo de la Unión Europea (UE), han procesado prácticamente todo el comercio entre países vecinos, en los últimos sesenta años y han sido una fuente muy importante de estabilidad y ausencia de conflicto interestatal.

Años atrás ha realizado un estrecho seguimiento de las Cumbres CELAC-UE y de las Cumbres Iberoamericanas ¿Qué valor tienen hoy día estas reuniones de alto nivel?

El entorno internacional de la segunda década de este siglo, ha evidenciado la necesidad de revisitar el multilateralismo contemporáneo, a la luz de las experiencias recientes. Los procesos de regionalismos múltiples en América Latina y el Caribe, por ejemplo, se levantaron sobre Cumbres Presidenciales. La diplomacia de Jefes de Estado fue especialmente importante en esa región durante la primera década de este siglo y permitió la generación de varias iniciativas, la mayoría de las cuales siguen vigentes, entre ellas CELAC, Alianza del Pacífico y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestro América (ALBA). Las circunstancias económicas y el ciclo político regional no fue el mismo en la segunda década, y los impactos previsibles del Covid-19 sobre los escenarios internacionales permiten vislumbrar nuevas agendas. Dentro de los nuevos regímenes internacionales, la CELAC particularmente, sigue siendo la instancia de representación y diálogo político más importante porque acoge economías y gobiernos de distinto signo y ha tenido la capacidad de sobrevivir a las diversidades básicamente porque construye un espacio de identidad regional importante para la producción de agendas y para la interlocución global, que el regionalismo restringido y el bilateralismo no alcanzan a proveer.

Las Cumbres de Jefes de Estado son importantes para legitimar iniciativas nuevas y para fortalecer las propuestas de los organismos internacionales. Si bien su frecuencia ha disminuido, porque los momentos fundacionales ya ocurrieron, no dejan de ser el instrumento más potente entre los acuerdos. Probablemente se retomen una vez que la Pandemia haya sido controlada.

En estos momentos es el nuevo Director Ejecutivo de la Fundación Unión Europea-América Latina y Caribe (Fundación EU-LAC) ¿Cuáles serán las prioridades de su gestión en esta organización internacional?

Creo que la pandemia marca tres necesidades estratégicas para los organismos intergubernamentales. La primera de ellas es preservar la relación birregional en el contexto de la contracción económica global que va a afectar a las estructuras productivas más allá de al comercio internacional. Esto puede ser especialmente intenso en América Latina y el Caribe, en donde los precios globales a la baja de los bienes primarios y de servicios vinculados al turismo, pueden afectar los intercambios societales de carácter internacional. Una segunda es promocionar y potenciar el multilateralismo como un instrumento indispensable para afrontar temas de agenda global, como por ejemplo la Pandemia del Covid-19, el cambio climático o la recesión que se prevé para esta década. La tercera es imaginar los instrumentos de relacionamiento internacional en circunstancias en que los contactos físicos, las misiones, los encuentros y los viajes van a ser muy limitados. La enunciación de compromisos y las formas de la diplomacia, por ejemplo, no son un tema menor. Estas tres dimensiones miradas, desde la relación entre las dos regiones, inevitablemente van a atravesar el sentido y la naturaleza de las actividades de la Fundación, cuya misión es involucrar a las sociedades en las agendas de los estados y visibilizar la relación birregional.

Todo parece indicar que con la COVID-19 entramos, la UE y ALC, en un escenario de crisis económica y exclusión social ¿Habrá que repensar y reactivar los organismos multilaterales?

El impacto económico de la pandemia va a repercutir no sólo en los mercados sino en los espacios de producción y en la forma cómo los bienes van a circular. La intensidad de la crisis va a volver inevitable que tanto en América Latina y el Caribe, como en Europa se vuelva de nuevo hacia un tema que por distintas razones dejó de estar en el centro del debate público, que es el de la integración económica. En el Hemisferio Occidental, los instrumentos generados en los años sesenta y setenta del siglo pasado, por mencionar solo unos ejemplos, la Comunidad Andina de Nacionales (CAN), el Sistema de la Integración Centroaméricana (SICA), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Comunidad del Caribe (CARICOM), siguen normando el intercambio entre países vecinos, sobre todo, pero la contracción de la economía global va a volver necesario volver la mirada a los mercados internos y a la necesidad de ampliarlos. No en la lógica de la substitución de importaciones solamente, que marcó los modelos de desarrollo en esa época, pero sí, de escenarios inmediatos de salida que permitan reactivar la producción doméstica en todos los países. En este escenario la relación con Europa en términos de mercado, de inversión extranjera directa y de intercambio tecnológico es central para las dos regiones. Consolidar su asociación les puede permitir, además, tener una presencia sólida en los asuntos globales.

Adrián Bonilla, sabemos de su interés por dos temas, a los que no es ajena la Fundación Carolina. El primero, la Cooperación en Educación Superior ¿Cómo repensamos y reconfiguramos dicha cooperación en estos momentos?

Uno de los espacios compartidos más visibles entre las dos regiones es el de la Educación Superior. Generar regímenes internacionales intergubernamentales en este tema es complejo por múltiples razones. Pero, tal vez la más notable de ellas es el hecho, absolutamente justificado por cierto, de que los actores centrales de la Educación Superior en ambas regiones son entidades autónomas, las universidades. Sin embargo, se puede avanzar. Los datos de movilidad, fondos de becas, cooperación para la investigación crecieron mucho en las dos primeras décadas de este siglo. Regímenes formales, acuerdos internacionales de homologación o acreditación internacionales, no obstante, son todavía una expectativa. Un escenario central para la educación superior, vinculada a la investigación y a su impacto en las sociedades, de todas maneras, es el del reconocimiento científico. Hay un saludable debate global, pero especialmente intenso en América latina y el Caribe, así como también en Europa sobre los sistemas de indexación y su relevancia. Tiene que ver con procesos de reconocimiento, pero también con asimetrías que eventualmente reproducen comunidades epistémicas cuyas dinámicas en algunos casos pueden ser vistas como excluyentes, y con cuestionamientos a propósito de la vinculación de sus productos con las necesidades de las sociedades. Afrontar este debate y hacer un esfuerzo por institucionalizar normas, en este ámbito, puede ser una gran oportunidad para avanzar en la relación bi regional.

Y el segundo es la participación de las sociedades civiles en las políticas nacionales e internacionales ¿Qué instrumentos habrá que utilizar, a su juicio, para garantizar dicha participación?

En buena medida la participación de actores de la sociedad civil depende de los temas de agenda que se prioricen. En el ámbito de la Fundación EU-LAC, cuya misión consiste justamente en vincular a las sociedades a las políticas diseñadas por los jefes de estado y los representantes gubernamentales, todo lo que tiene que ver con educación superior, la producción de conocimiento científico, cultura, movilidad humana o equidad e igualdad en horizontes como los enunciados por los ODS de Naciones Unidas, son otros tantos escenarios en donde esa participación no sólo que es posible, sino que sin ella, cualquier iniciativa que vaya en esa dirección perdería sentido. Las personas, las sociedades, por lo tanto, son la finalidad última de la existencia de los estados y sus organizaciones, y así lo queremos comprender en la Fundación.

El Boletín de la FC agradece su atención y le desea un gran éxito en la dirección de la Fundación EU-LAC.

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