Los gobiernos progresistas de América Latina enfrentan serios escollos para desarrollar sus programas políticos. A diferencia del proceso que se desarrolló durante la primera década del siglo XXI y que fue conocido como la “marea rosa”, los progresismos latinoamericanos encuentran un marco económico más complejo y un mundo más dividido que en el pasado.
Víctimas de sus propios errores, los progresismos parecen incapaces de promover un nuevo contrato social que produzca entusiasmo entre los sectores populares y los sectores medios. Si no consiguen cambiar y dejar atrás la nostalgia por los logros del pasado, estas fuerzas podrían ser desbancadas —como de hecho ya está sucediendo— por unas derechas cada vez más radicales.