El malestar de América Latina no solo se explica por las ideologías, las injusticias, o la incompetencia de sus élites gobernantes, sino también por los odios, venganzas y envidias incubados en el corazón de los actores políticos. Así, aunque las emociones no explican todo lo que ocurre, ayudan a entender las luchas políticas.
En este ensayo se analizan las tres “emociones tristes” que han tenido mayor peso en la historia del continente: el miedo, la desconfianza y el delirio político. Asimismo, se plantea que el antídoto contra las furias de la política está en las instituciones, así como en la educación y la cultura. Finalmente se esgrime el rescate del sentimiento americanista como instrumento para fortalecer las instituciones continentales y para reactivar el mito de unidad colectiva que arme un relato nuevo en torno a ideales comunes.