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Latinobarómetro 2021 y el «momento de la verdad» para la democracia

El 7 de octubre de 2021 se publicó el esperado informe del Latinobarómetro 2021, que supone 25 años de mediciones en 18 países de América Latina y el Caribe y, en conjunto, la mayor base de datos regional sobre actitudes ciudadanas ante la democracia en español. El trabajo de campo en el que se llevó a cabo la encuesta se aplicó entre el 26 de octubre de 2020 y el 15 de diciembre de ese mismo año. Es decir, midió el ánimo de la ciudadanía latinoamericana después de la primera ola de la pandemia, y en el preludio de la segunda. A pesar de unos ritmos políticos acelerados, intensificados en buena medida por la pandemia y sus efectos, este informe permite tomarle el pulso al estado de las democracias en la región con cierta perspectiva, y dar seguimiento a la evolución de algunas tendencias. Máxime, en un periodo en el que las medidas de excepción adoptadas para mitigar la pandemia, en ausencia de vacunas, despertaban una honda preocupación por los excesos que pudiera suscitar desde parámetros democráticos.

Por un lado, el Latinobarómetro corrobora tendencias ya identificadas respecto a la democracia en América Latina. Como se señala en el propio informe, “la crítica de los ciudadanos a la democracia es una demanda de democracia”. Por lo tanto, el debate está en cómo esta funciona en cada país, sin que ello ponga en duda mayoritariamente a la democracia como régimen político. En ese sentido, se observa que se detiene la caída en el apoyo a la democracia que venía apreciándose en la última década, hasta alcanzarse en la edición anterior, en 2018, los registros más bajos en el último lustro. La democracia, en ese periodo, no parece pagar la factura de la pandemia. Asimismo, esta última no ha producido cambios abruptos en el posicionamiento de los países respecto al respaldo a la democracia, aunque se siguen apreciando niveles de apoyo más moderados que los alcanzados durante la década de los noventa, lo que no deja de interpretarse como una cierta desafección e indiferencia.

Precisamente, la indiferencia es una expresión sustantiva de la decepción por el mal funcionamiento de la democracia, y esta tendencia sí está en aumento, al incrementarse en 11 puntos durante la última década (de 16% en 2010 a 27% en 2020). Lejos del temor a los gobiernos militarizados, o el apoyo al autoritarismo, el principal riesgo para las democracias latinoamericanas parece radicar en esa creciente indiferencia, junto con la captura del Estado por parte de élites y el auge de un “autoritarismo difuso”.

Merece especial atención el “autoritarismo difuso”, que se observa en el creciente apoyo a un gobierno no democrático si este “resuelve los problemas”. No solo ha aumentado en tres puntos desde el último registro de 2018, sino que viene en aumento desde el 44% que se registraba en 2002 y el 51% de este último informe. Este es especialmente pronunciado en países centroamericanos —El Salvador (63%), Honduras (62%) y Guatemala (57%)— y en República Dominicana (con 66%). Especial mención merece el caso salvadoreño, con unas cifras de apoyo a su presidente, Nayib Bukele que, aunque ya no sorprenden, no dejan de ser un reto para afrontar desde un prisma democrático, debido a la constante erosión de pilares básicos como la separación de poderes o el respeto a la libertad de prensa. A este respecto, no deja de ser elocuente la cifra de apoyo al control de los medios de comunicación: la media regional, que está en ascenso, se sitúa en un 34%, y en el caso de El Salvador prácticamente se duplica con un 66% de los salvadoreños a favor.

En paralelo, y como una tendencia que ya viene advirtiéndose desde hace años en este informe, la ciudadanía de los países latinoamericanos expresa un rechazo las “democracias capturadas”. Dicho de otra forma, al proceder de unas élites políticas y económicas minoritarias que defienden sus intereses desde el gobierno en detrimento de las mayorías sociales de la región. Elocuente es, sin duda, que desde 2009 haya aumentado en 19 puntos la percepción de que “se gobierna para los intereses de unos pocos”, con una media regional de 73% según recoge este último informe. Los países donde hay una menor percepción de que se gobierna para una mayoría son Paraguay (5%), Chile (8%) y Costa Rica (9%). Esta se acompaña con una percepción ampliamente extendida que no hay justicia en la distribución de ingresos (78%). En esta línea, por primera vez el Latinobarómetro midió la percepción de equidad en el acceso a la salud, la educación y la justicia, apreciándose altos grados de injusticia, por el siguiente orden, justicia (77%), salud (64%) y educación (58%). Aquí el caso chileno es uno de lo más llamativos, con unos niveles que se sitúan en torno al 90% en cada uno de estos ámbitos.

Lejos de lecturas en las que se culpabiliza a la ciudadanía de “votar mal”, o el recurso a conceptos difusos o “atrápalo todo”, como el de populismo, en trabajos recientes se ha tratado de complejizar el fenómeno de “malestar en la democracia” y exponer distintas interpretaciones que lo explican. Entre ellas, el informe del Latinobarómetro concuerda con una crítica de Yanina Welp a planteamientos como los de Levitsky y Ziblatt en Cómo mueren las democracias (2018): al centrar la agenda de debate en el populismo, automáticamente asociado con el autoritarismo, se obvia la crítica profunda del rol de las élites, incluyendo las intelectuales, en el funcionamiento efectivo de la democracia. Es decir, la incapacidad de las élites para incluir las demandas de las sociedades y demostrar que la política puede mejorar su día a día.

Parte de este proceso para integrar demandas de las mayorías sociales y de minorías marginalizadas pasa por abrir espacios que recojan el malestar que se está palpando en las urnas y las calles, canalizándolo en un proceso de revisión del contrato social. A este respecto, sin duda, el proceso constituyente chileno marca un camino de deliberación colectiva que habrá de contar con acompañamiento internacional. Conscientes que no hay una única forma de vehicular la revisión del contrato social, el hecho de que el “malestar en la democracia” se esté manifestando no solo en América Latina sino también a escala global, incluyendo a Estados Unidos o la Unión Europea, abre un espacio de diálogo para compartir buenas prácticas y cooperar en un proceso de renovación que permita revitalizar las democracias. Iniciativas como la Cumbre para la Democracia, promovida por la nueva Administración Biden, u otras que puedan adoptarse en el marco de la política exterior y de cooperación de otros actores, y en particular, de España, podrán contribuir a ese trabajo conjunto con la región.

A este respecto, el primer viaje del Secretario de Estado, Anthony Blinken, a Suramérica, concretamente a Ecuador y Colombia, ha corroborado el interés renovado de Estados Unidos por la agenda democrática y su dimensión regional. En un discurso pronunciado en Quito, titulado “hacer que la democracia funcione para las Américas”, el máximo responsable de la diplomacia estadounidense ha destacado que este es un “momento de la verdad” para la democracia (democratic reckoning). Así, a lo largo de su alocución, Blinken desgrana el nuevo enfoque, más humilde y de escucha, con el que Estados Unidos se aproxima a la región en esta cuestión, asumiendo además que la problemática es compartida. Lejos del foco exclusivo en la “troika de la tiranía” de los tiempos de Trump, este enfoque renovado incide en tres cuestiones: por un lado, la lucha contra la corrupción; por otro, la seguridad ciudadana, con una mirada más integral y menos securitaria, que atiende a sus causas profundas (y no a los efectos); y en tercer lugar, la importancia de los retos económicos y sociales, amplificados por los efectos de la pandemia, en aras de que el énfasis puesto en los derechos civiles y políticos se reequilibre atendiendo también a los derechos económicos y sociales de las personas.

Así, con una clara pretensión de romper con el binomio entre la democracia formal y la material, cabe destacar igualmente como Blinken hizo una llamada a desmontar el relato de algunos autoritarismos, que reclaman ser más eficaces a la hora de satisfacer las necesidades básicas de la población. Asimismo, merece la pena destacar su alegato sobre la normalización de la protesta y los movimientos de masas como agentes y canales democratizadores. Finalmente, y en concordancia con el informe del Latinobarómetro, apuntó a la indiferencia como el principal reto de los sistemas democráticos, como proyecto siempre imperfecto e inacabado.

Conscientes de estos diagnósticos —y advertencias—, informes como el Latinobarómetro y otros análisis vienen apuntando a la necesidad de una agenda de reformas democráticas y a un nuevo contrato social como elementos que van a ir abriéndose paso en un contexto complejo de pandemia y recuperación. Una interrogante fundamental va a ser cómo afrontarlos. Sea a través de acuerdos nacionales, de la renovación de los sistemas políticos (partidos, liderazgos, etc.), o de procesos constituyentes, cada país va a ir reajustando su institucionalidad para lograr una mayor eficacia y legitimidad a la hora de dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía. La cooperación regional e internacional, así como un diálogo político más horizontal, son herramientas que, sin duda, pueden coadyuvar a estos procesos

Parafraseando al propio Blinken, como cierre, cabe tener presente que “aunque observamos verdaderos desafíos en nuestras democracias, no tenemos dudas sobre la mejor manera de abordarlos: sacar estos problemas a la luz y trabajar juntos, incluso con personas con las que no estemos de acuerdo, ya que esa es la manera de solucionarlos. Esta ha sido siempre la mayor fortaleza de la democracia, una capacidad para mejorarse a sí misma”.

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9 respuestas

  1. «Hacer que la democracia funcione para las Américas » desde las lógicas y dialécticas de la subversión política e ideológica del gobierno federal de Estados Unidos de Norteamérica, sus doctrinas una de ellas Monroe, mientras se sataniza a gobiernos que no responden a la democracia del orden y Consenso de Washington. Hay que descolonizar la ciencia política de una mirada académica » independiente» y convertirla en plural al servicio de la libre autodeterminación de los pueblos uno de los principios constitutivos de la Carta de las Naciones Unidas.

  2. Excelente mirador del estado de situación, con gran valor para la evaluación y análisis sobre cómo vamos y andamos en el desarrollo sostenible

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